"NO ES RAZONABLE"
NO ES RAZONABLE
--- No es razonable—dijo con voz
baja y grave.
--- No es razonable—repitió
levantando un poco la voz y ladeando la cabeza evitando la mirada de su
hermano.
--- ¿Por qué lo dices? --preguntó
este inquieto, casi en un susurro.
--- No podemos esperar a que él muera. Yo ya no quiero comer más carne de perro—afirmó mirándole ahora directamente, sin pestañear---.Después vomito y es peor. Debemos escapar ahora que todavía nos quedan fuerzas
La conversación siguió en voz muy
baja como si temieran que sus palabras llegasen a su padre que parecía dormitar
en el cuarto oscuro.
--- ¿Se dará cuenta si
escapamos?—dijo el segundo con temor y cara de espanto.
---No. No si lo hacemos cuando él
duerma profundamente. Ocasiones habrá. Y no temas. El viejo ya no tiene fuerzas
para nada. Se pasa el día en el cuartucho durmiendo, apenas se levanta, y
cuando está despierto solo sabe rezar a la espera de un milagro.
---Pe…pero es nuestro padre---titubeó
casi implorante---.Es cruel abandonarle. Al fin y al cabo lo poco que sabemos
se lo debemos.
---Eso es cierto. Pero él es
viejo y nosotros jóvenes. Morirá pronto. Piensa. No puede con su alma. Sigue
esperando un milagro que nunca llegará. Los milagros no existen. Sólo en
su cabeza.
---Sí, sí. Tienes razón---abatido y bajando la mirada---. No basta con rezar y yo… Yo tengo tanta
hambre que incluso dándome asco, me comería los restos del perro, y
también me comería al flacucho y piojoso gato que ya ni ratas puede cazar.
---Y yo ni te cuento. Últimamente sueño que estoy medio muerto y, todavía con algo
de vida, me despierto con el corazón a cien cuando unas alimañas se me acercan para
devorarme. Un sueño horrible y que se repite noche tras noche.
---Y el poco pan que todavía
tenemos está ya mohoso, las patatas germinadas y reblandecidas de viejas, y el
agua del pozo huele mal y tiene peor sabor. Sí. Tienes razón. Debemos escapar
ahora que todavía tenemos algo de fuerzas. Y olvidarnos de él.
---Dicen que morir de hambre es la peor muerte que hay. Debemos buscar una
solución para nuestro padre. No es razonable no hacer nada---insiste de nuevo el
hermano mayor ladeando la cabeza y evitando la mirada del menor.
---Tuya es la idea de escapar. Dime qué podemos hacer con el viejo---contestó éste tímidamente.
--Seria mejor que estuviese
muerto---respondió ronco y ojos decididos.
--Sí---acordó el joven.
--Una muerte indolora.
---Sí. Indolora.
---Cuando vivía madre y matábamos las gallinas viejas para el caldo y también los conejos, todo era muy rápido. La muerte era rápida---dijo el hermano mayor con firmeza y convencimiento.
---Pues lo que es yo, lo de las
gallinas no lo veo claro. En lo de los conejos estoy de acuerdo. Un golpe duro
y seco en la cabeza y se acabó. Lo del perro también fue muy rápido---recordó
el segundo.
---Ya lo hemos hablado otras veces. Es hora de hacerlo. Ahora o será tarde---afirmó el mayor con expresión dolorosa.
---Pues sí. Mal nos pese!---admitió el menor con vehemencia sorprendiendo a su hermano.
--Pues… ala! Ve a buscar la pala
grande en la caseta de las herramientas---le ordenó éste sin darle ya más vueltas.
--¡Espera! Antes echemos a suertes
quien hace qué---contestó el segundo en un susurro de tímida protesta.
Mientras los hermanos escogían dos pedazos de cuerda desiguales para que la suerte decidiera, el viejo, que se encontraba tendido de espaldas en el cuarto oscuro, no dormía y había seguido la última parte de la conversación. El hombre, haciendo un esfuerzo sobrehumano, se levantó con sigilo, y agarró la escopeta matalobos que guardaba con la recámara siempre bien cargada.
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